sábado, 1 de mayo de 2010

La música también es política

Lisandro Aristimuño es uno de los músicos más destacados de los últimos años. Desde que llegó de Viedma, a vivir a Buenos Aires en 2001, ha grabado cuatro discos y creado su propio sello discográfico.



En el pintoresco bar-oficina del barrio de Chacarita en el que suele dar notas, Lisandro, mira por la ventana hacia afuera. Hay un montoncito de platos apilados en la mesa, con restos evidentes del almuerzo reciente que ha compartido con un amigo, que al llegar nosotros para comenzar la nota, se retira apresurado. Cuando lo saludo, parece que lo trajera de vuelta de una ensoñación en la que estaba absorto, o acusara la somnolencia posterior al almuerzo. Cualquiera de las dos opciones justifica un "cafecito" para empezar la entrevista.

–En este tiempo que estás en Capital viviste en Palermo, en Almagro y ahora en Chacarita. ¿Eso tiene que ver con buscar un barrio para acostumbrarte a Buenos Aires?

–No, tiene que ver con una cuestión económica. Cuando llegué viví en Palermo, pero empezaron a subir los alquileres porque se puso de moda. Después me mudé a Almagro porque una amiga me dejó el departamento. Y ahora me vine para Chacarita, porque recién ahora estoy viviendo de la música y tengo un ingreso como para alquilarme algo. Y en este barrio estoy cerca de mis tíos y mis primos.

–En tus letras hay cierto aire de nostalgia de ese sur que se va constituyendo, cada vez más en algo casi mítico.

–En realidad soy una persona nostálgica, si no hubiera nacido en el sur también sería nostálgico de ese lugar. Y no solo de los lugares, me gusta la nostalgia, y creo que es una situación casi corporal que me inspira para escribir. Y eso le sucede a muchos. Igualmente del sur no tengo demasiada nostalgia, porque cada tres meses vuelvo a Viedma. Cuando me saturo un poco, me tomo un bondi y voy para allá.

–Con este cuarto y último disco que salió a finales del 2009, "Las crónicas del viento", también iniciaste la experiencia del sello discográfico propio, "Viento azul discos". ¿Cómo surge la idea de armarlo?

–Tiene que ver con una posición que tomé hace tiempo. Al principio arranqué con el sello "Los años luz" que es un sello independiente que tuve la suerte que me hayan convocado para sacar mi primer disco. Y después siempre tuve la idea de hacer un sello para promocionar también la música que a mí me gusta. Porque además soy un melómano loco, me encanta comprarme discos, coleccionar vinilos. Y se fue dando también por esto de viajar por la Argentina. Los músicos que me van a ver me dejaban discos, demos, para que escuchara.

–¿Sos como un referente?

–Sí, puede ser que sí. Está bueno, ¿no? Y eso me hizo pensar en armar un sello para abrir el campo, para estar ahí donde las multinacionales dicen: "Eso no sirve". Así que, ya que me dan bola a mí en el ambiente porteño, quiero ayudar. Y también la idea es ser más independiente que antes, tener un poco más de control de las cosas. Hacer el pan vos, sacarlo del horno y vendérselo a la gente calentito, como en los viejos tiempos.

–Veo que te entusiasma todo este proceso.

–Sí, me entusiasma y me pone feliz por el hecho de demostrar que se puede, que no tengo que ir a Sony para sacar un disco.

–¿Y qué se habla hoy entre los músicos sobre este tipo de emprendimientos?

–Hay una hermandad muy grande sobre todo entre los músicos independientes, una fuerza que se generó porque ya era demasiado el abuso de las grandes corporaciones. Por suerte también hay mucho amor, no esa cosa competitiva de ver quién gana. La música está primero.

–¿Y ahora que tenés tu sello qué opinás sobre bajar música a través de Internet?

–Siempre pensé lo mismo. Tengo la suerte de que la gente que gusta de mi música sea de la que le gusta tener el disco. Por el hecho de que sabe que yo busqué la harina y le puse algo mío también. Tiene todo un concepto general. No es un disquito con una laminita con el nombre de los temas y nada más. Internet es un invento maravilloso, permite abrir y generar tantas cosas... La opción de escuchar música de Islandia o de Japón, que haya sitios donde gente pueda mostrar lo suyo.

–Respecto de tu música: ¿Cómo surge la idea de fusionar dos estilos como son la electrónica y el folclore?

–Eso pasó cuando llegué a Buenos Aires. Los dos primeros años era muy difícil conseguir gente para tocar porque no conocía a nadie. Tenía a mi primo acá que tenía su compu con algunos programas. Y ahí pensamos que hasta que tuviéramos un batero podíamos usar eso.

–¿Qué programas usaban?

–El Reason o el Fruity Loops inclusive. Y empezamos así como un juego, yo tenía unas canciones, hicimos unas pistas y tocamos arriba. Yo traía la cosa del folclore, más madera, más tierra y mi primo me mostró el otro lado. Y ahí hacíamos el intercambio: él me pasaba Massive Attack y yo Peteco Carabajal. Y un día dijimos: "¿Y si mezclamos cosas como éstas?". No lo pensamos como una fórmula, si no como "bueno, vamos a jugar y ver qué queda".

–¿Y no te importa que se vea como que es una especie de fórmula?

–Pueden decir lo que quieran, pero yo no soy eso. He escuchado que se duda si soy de Viedma inclusive.

–En este último disco tuviste varios invitados, Fito Páez, Diego Frenkel, Palo Pandolfo, antes Liliana Herrero, ¿cuál es el sentido que le das a estas invitaciones?

–Creo que la música es como el agua (hace un gesto de zigzagueo con la mano), se va metiendo. Yo no sé quien está escuchando mi disco, y de repente alguien te cuenta que tal persona lo está haciendo. Y otro te viene a ver al show y después vienen al camarín a saludar y quedás para tomar un vinito y charlar porque a vos te gusta lo que él hace, lo admirás. Y también, me ha pasado de gente que ni te imaginás que le gusta lo que hacés, porque hace otro tipo de música.

–¿Cómo ves la escena del rock actual?

–Hay un cambio enorme. Se viene una bomba terrible. Con esto me la juego, pero creo que Argentina va a ser uno de los ejemplos de música independiente. Se va a hacer todo más equilibrado. Vamos a ir a algo más artesanal. Así empieza todo, de a poquito.

–En tu último disco (que es doble), en el segundo, grabaste vos mismo todos los instrumentos. ¿Cómo llegaste a ser multi-instrumentista?

–Tiene que ver con mi infancia. Mi viejo, que es músico, ensayaba con su banda en una pieza de casa. Era "la sala de papá", y tenía la batería armada, la viola, el teclado y yo entraba y quería tocar todo. Es como que la música era un juego.

–Aprendiste jugando.

–Claro, tuve esa suerte, de tener a mano los instrumentos que eran de los amigos de mi viejo. Obviamente los agarraba cuando él no estaba.

–¿Ah, no aprendiste con tu viejo?

–No, no. Tenía prohibido entrar a la sala incluso.

–¿Y si se enteraba?

–Se hacía el enojado, pero le gustaba en el fondo.

–¿Y después él no se acercaba y te mostraba un acorde o algo?

–No, mi viejo no, pero me enseñó cosas más importantes que esas. Me enseñó a luchar por lo que uno quiere y no dejarse llevar por lo que se dice que es normal. Y eso tiene que ver con mi música también.

–¿Y a tocar cómo aprendiste?

–Fui aprendiendo porque laburaba como músico haciendo covers. Cosa que es muy común en el interior. En los bares te preguntan por ejemplo cuando vas a buscar lugares para tocar: "¿De quién hacés temas?". Laburaba de eso, y así aprendí, sacando temas de otros con el cancionero.

–¿Te interesan otros temas por fuera de la música? ¿La política, por ejemplo?

–Lo que pasa es que la música también es política. La música es algo social, creo que con lo que te estuve contando hay un camino político marcado: ser independiente, tener un sello propio, creer en lo cooperativo, estar en contra de las multinacionales. No soy de ningún partido político, pero sí hago política.

–¿Te incomoda expresar una preferencia?

–Es que no me interesa que se me conozca por eso. Lo hago en el día a día. No me interesa tener la bandera de alguien.

–Tus letras manejan una poética con indicios de algunas lecturas, ¿solés leer literatura?

–No soy un gran lector, pero tengo la suerte de tener una persona al lado que sí lo es...

–¿Puedo preguntarte a quién?

–Mi pareja.

–¿La misma chica con la que te viniste de Viedma?

–Sí.

–Una historia de amor...

–Totalmente. Y de la misma manera que yo escucho música ella lee. Y es la que se encarga de decirme: "Tomá, lee esto". Pizarnik es como si fuera Lennon para mí. Salinger, Bukowski, Cortázar, Galeano, también me gustan mucho.

–Hay muchas de tus letras que tienen que ver con el amor, tu tono de voz es a veces melancólico. Esto genera una imagen de chico sensible. ¿Cómo te llevás con eso?

–Me gusta que no hayas dicho "frágil". Es la primera vez que dicen "sensible". Estoy cansado de decir que la fragilidad es otra cosa. ¿Ser frágil es hablar de un beso? Si fuera frágil no podría tener mi sello, cuatro discos, viniendo de Viedma... No es la palabra. Pero sí soy sensible, mi vida está basada en sentir cosas y no en pensar a veces. Así me va cuando tengo que ir al banco (risas). Algunos pibes me dicen: "Me gusta tu música, pero no soy puto". ¿Por qué eso? ¿No será que los hombres tenemos que mostrar más nuestro lado sensible?

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