miércoles, 26 de noviembre de 2008

Sorín en tren al sur, una fábula de los 80’


Veo La película del rey de Carlos Sorín, de 1985. Julio Chávez muy joven, de voz más suave y mucho pelo, realiza una actuación excelente aunque hoy llevaría ese papel con mayor detalle y sutileza. Ulises Dumont impecable, el puteador por antonomasia en el imaginario argentino, no putea casi nada, es un productor ulceroso, sacrificado, que todo el tiempo lucha contra la realidad de la economía del film que ha sido abandonado por su financiador. Chávez espera agazapado en la certidumbre de que todo podrá resolverlo con unos pocos pesos y su propio deseo. David-Chávez se anima a recurrir a actores no profesionales, como suele hacerlo Sorín actualmente en sus películas. Toda una maduración le ha costado, que comenzó se ve, con la fantasía de que un director por él fantaseado podía llegar a hacerlo.

El elenco de actores no profesionales que recluta David-Chávez con Dumont viaja a filmar la película al Sur en tren. Sí, en tren al Sur. Tren, como los de Constitución o Retiro u Once, como los que van y vienen a Provincia. Tren. Recalco esto porque el tren es casi desconocido hoy fuera de Buenos Aires.

Las imágenes del film muestran unos vagones que actualmente no tienen ninguna de las empresas de este servicio, asientos cómodos, bien equipados, confortables, ¡un vagón comedor! Y esto no se debe a que corresponde al mundo de la ficción del film, sino a que eso existía realmente en ese momento. Había trenes que unían el Sur con la Capital y lo mismo el Norte y el Litoral y Cuyo, y por consiguiente todo el país.

Recibo un mail de un amigo que ha decido dejar todo y viajar. Por Sudamérica, por Argentina, por Centroamérica, dedicarse a viajar solamente sin más motivo. No es el único que conozco que ha tomado ese tipo de decisión para mí un tanto desesperada, alocada y poéticamente absurda a la vez. Me dice que va a estar en la estación de Federico Lacroze hasta las 21, porque sale a Misiones. Decido ir a ver si lo encuentro ya que es un amigo querido que hace tiempo que no veo y que no sé, debido a su no agenda, cuando podré volver a ver. La estación de trenes, de donde también sale el Ferrocarril Urquiza, está llena de reporteros y cámaras. Julio Bazán, el reportero, le pregunta a una chica si hace mucho que espera, sabiendo que todo el mundo allí espera más de 9 horas. Mi amigo me distingue, aunque yo no a él, desde el fondo del andén. Una cuadra nos separa de distancia y yo sólo veo a alguien que me parece que está “tirando malabares”, se agarra la cabeza llena de rastas y corre descalzo. Dice algo de la energía pero nota que lo miro un poco raro y deja que prime el argumento de que él ve mejor que yo. Se va a Misiones en tren, parece que algunos existen todavía. Recibo un mail de él, a los dos días, que me dice que el viaje duró más de treinta horas, y que yo también debería hacerlo porque fue una experiencia exótica.

El Sur era casi motivo de burlas hace 23 años. En el film, un funcionario da un discurso que registra algo así como que el Sur tenía problemas de integración o el resto del país con el Sur. Hoy, a esa región, Aerolíneas envía las tres cuartas partes de sus vuelos diarios de cabotaje.

Sorín, tiene tres películas más, estrenadas con éxito. Se ha ganado un reconocimiento merecido y es sin duda uno de los mejores directores argentinos, gracias a su poesía, a la aparente sencillez y lo despojado de sus relatos. Igual los 80’ podían con todos, Chávez con unas camperas de nylon y solapas anchas, Dumont con unos lentes esfumados hoy de retro moda. Ana María Giunta de madama emplumada y una multitud grotesca en el desierto chubutense no merecen otro adjetivo que el trillado, fácil y escapable, pero en este caso certero: fellinesco; o generemos otro más específico: ochomediesco. También el mejor Favio desempaca Sorín en un Sur todavía únicamente representable como lo polvoriento y lejano, para volver frustrado sin poder terminar su película, pero con el sueño del artista intacto. En tren vuelve el director. Sí, en tren, eso que antes de los 90’, como una fábula hoy podemos contar que existía, como existió un francés disparatado que quiso ser el rey de la Araucanía. De que un director quiere hacer una película sobre eso se trata el film. 

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