miércoles, 14 de diciembre de 2011

Entrevista a Sergio Bizzio para Tiempo Argentino















Literatura, cine y encierro

Lo encuentro en la esquina del bar donde nos citamos y veo que trae bolsas de supermercado. Es que Sergio Bizzio además de ser escritor y cineasta cumple con sus tareas de padre y se ha comprometido a buscar a su hijo a la escuela y prepararle el almuerzo. Un mes atrás se estrenó su segundo largometraje como director, “No fumar es un vicio como cualquier otro”, le pregunto cómo fue el estreno y responde: “Como todo estreno, lleno de amigos antes de la función y repleto de mentirosos al salir”.

-Se estrenó la versión cinematográfica de tu relato “Un amor para toda la vida”, dirigida por Paula Hernández (“Un amor”, con  Diego Peretti, Elena Roger y Luis Ziembrowski), imagino que ya la viste.
-Sí. La directora me había invitado antes a verla durante el proceso de edición, y también cuando apenas estuvo terminada, pero no fui. Quería verla en el cine.
-El relato en el que se basó la película, recientemente reeditado por la editorial Mansalva, cuenta una historia bastante triste, con un final frustrante. En la película este desenlace se da de otra manera.
-Sí, Hernández lo cambió por otro donde… Ah, no puedo contar el final de la película. Mi relato se dirigió hacia ese final de manera natural.
-¿Te molesta que los directores alteren o ensayen variaciones sobre tus obras?
-No. Ahora la historia tiene dos finales. La verdad es que no me involucro en el trabajo de los directores. Un director tiene que hacer su propia versión, si no estaría apenas ilustrando un texto, y eso no parece muy interesante para nadie. Con la idea sola no alcanza. Como decía Borges: “No alcanza con ser bueno, además hay que filmar”.   

Bizzio es uno de los escritores argentino más llevados al cine. Además de la película de Paula Hernández, ya comentada, "Adiós querida luna", de Fernando Spiner, se basa en su obra de teatro, "Gravedad". “XXY”, de Lucía Puenzo, toma como eje su cuento "Cinismo", del libro "Chicos". Su premiada novela "Rabia", la filmó Sebastián Cordero, con producción de Guillermo del Toro (“El laberinto del fauno”, “Hellboy”) en España. Emilie Deleuze, la hija del gran filósofo Gilles Deleuze, va a filmar en Francia una película sobre su novela “Realidad”. Y una productora brasileña está en proceso de realizar una película en base a otra obra suya, "Era el cielo".

–¿Podríamos decir que tu literatura es muy fílmica y tus películas muy literarias?
–Podríamos decir cualquier cosa (risas). A mí me gustan mucho las películas que son también para leer, las películas en las que los diálogos y la narración oral parecen reclamar una cierta condición de artificio. “Providence”, de Resnais, es una película para leer. Hay mil ejemplos. Hay una película de un director filipino, Raya Martin, que está toda hecha sobre telones pintados. Se llama “Independencia”. Eso me gusta, que haya una cierta independencia del texto, que no resulte necesariamente “orgánico”. Por eso cuando hice “Animalada” quise que la película empezara con los dos protagonista leyendo. Uno lee un libro de ficción y el otro una revista de caza, y de tanto en tanto uno de ellos lee en voz alta un párrafo de la revista y el otro le contesta leyendo un párrafo del libro. Es un diálogo entre textos imposibles.
-Y en “No fumar…” seguís la misma línea.
-Sí. Al principio la película iba a llamarse “Gente sentada”, porque en el 90% de las escenas los personajes están sentados, casi no hay acciones físicas, no hay movimientos en el espacio, un poco a la manera de aquella historieta de Copi, “La mujer sentada”. Los personajes hablan, pero más que hablar lo que hacen es “decir” textos escritos.
–¿Y por qué elegiste como título “No fumar es un vicio como cualquier otro”?
–Esa frase me la dijo Fogwill un día. Una de esas frases que decía todo el tiempo.
–¿Por qué te parece que tu literatura es tan adaptada al cine?
–No sé. Supongo que se debe a que mi literatura es bastante visual, aunque eso no quiere decir que sea necesariamente cinematográfica.  
–¿Tu decisión de escribir una novela o un guión para cine es anterior al hecho de comenzar a escribir, o vas viendo la forma que va tomando el relato?
–Nada que yo empiece a escribir puede terminar como un guión de cine si no empezó directamente como un guión. Con la literatura es distinto. Algo que creí que iba a ser un cuento puede terminar siendo una novela, o al revés.
–Solés decir que escribís sin tener la historia definida de antemano, sin saber bien dónde vas.
–¿Y cuál es la importancia de saber adónde se va? Esto no es política. Acá no se deciden cosas que pueden afectar la vida de la gente. Lo único que quiere un escritor es escribir una obra maestra. A lo mejor dos (risas). Se necesita mucho estímulo para eso. Y saber adónde se va es muy poco estimulante.
–Igualmente las historias quedan bien articuladas y confluyen hacia algún desenlace, para el que el resto colaboró. ¿Cómo lográs eso?
–No estoy muy seguro de que mis historias estén bien articuladas. Hay muchísimos desvíos y digresiones y miradas atrás o a los costados. Pero eso es lo que me gusta. Una historia bien articulada no quiere decir nada en sí misma. Con un poco de dedicación y disciplina cualquier profesional puede articular una buena historia. 
–Para algunos la incertidumbre ligada al argumento no es un hecho motivador.
–Bueno, vos lo decís: para algunos. Pero ahora acá estoy yo. Igual no sé qué es la incertidumbre ligada al argumento. Yo casi nunca tengo un argumento. Tengo una frase o una escena, y no mucho más que eso. Después viene otra frase, y otra, y en algún momento aparece una trama.
-Sin embargo tus novelas siempre tienen comienzos fuertes.
-Justamente, porque un comienzo es lo único que tengo y le dedico lo mejor de mí. Después ya me vuelvo un poquito más irresponsable y me dejo llevar.  
–Tenés mucha obra escrita en un registro disparatado: “Planet”, algunos cuentos de “Chicos”. ¿Se te hace una necesidad romper el registro realista a veces?
–No sé. Es lo que se me da.
–Igualmente podés trabajar en otro plano, como en “Rabia” o “Era el cielo”, o algunos cuentos, donde no todo es disparatado.
–“Rabia” y “Era el cielo” son novelas realistas, creo. La verdad es ya no sé qué es el realismo. Podría decir que “Rabia” es una novela realista de fantasmas, pero decirlo así sería una contradicción. A unos les parece muy poco realista que un hombre pueda meterse en una mansión y vivir ahí adentro durante años sin que nadie sospeche de su presencia, y a otros la idea les da miedo. El paranoico siempre es el más realista.
–Un hombre encerrado en una casa, en “Rabia”, dos astronautas encerrados en una nave espacial, en “Gravedad”, y sigue la lista. El encierro parece tu tema principal.
-Sí, puede ser. Pero en mi última novela, “El escritor comido”, no hay nada de eso. Los personajes cambian todo el tiempo de lugar, una ciudad en Brasil, la selva del Amazonas, Venecia. En el verano vuelvo al encierro: voy a filmar una película con dos personajes atrapados en un coche bomba.
–No te veo haciendo una road movie.
–No, a menos que sea en un loft. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

CHE QUÉ MALHUMORADO ESTABA SERGIO ESE DÍA, QUÉ LE PASÓ.