miércoles, 26 de noviembre de 2008

Extranjero de acá


Todos en Buenos Aires tienen un extranjero en su mesa. “Ma…dru…gada”, qué es eso pregunta James, que lee la palabra en un cartel. Está repleto de ellos. Porque no sólo son turistas, vienen a vacacionar largamente por el país, o a estudiar cine o teatro, o a hacer una tesis sobre Borges o el “nuevo cine argentino” o las economías latinoamericanas, o a dar clases de inglés o danés mientras mejoran su español, y otras razones que en el fondo indican que el país les gusta porque es barato, culturalmente rico y ahora ofrece una capital diversa y abierta al mundo como otras grandes capitales.

Como nadie dice nada arriesgo: “Early morning”, “2, 3, 4 de la mañana” acota impulsivamente otra comensal. Estamos en la plaza de San Telmo, el ruido es mucho y todavía no es madrugada. James, otro James, que también está en la mesa, es traductor, así que lo participo de lo que ha preguntado su coterráneo y homónimo, que él no ha llegado a escuchar. “No”, dice, “no hay una única palabra que designe exactamente en inglés madrugada”.

Salvador es extranjero en Bolivia donde realiza trabajo de campo para hacer su tesis. Volvió en el verano aquí a su país de origen y parece que está deseoso de tener una aventura con una chica argentina, como si fuese un turista. Cuenta que fue a un boliche el viernes y recibió toda la descarga de la histeria en sus ser cuando se acercó a preguntarle a una chica que le gustaba como bailaba, su nombre. Ella lo miró y no le respondió. No se cansa de hablar de lo histérica que son las argentinas.

Andreas es suizo y dice que nunca estuvo con una suiza, aclara enseguida que le gustan las mujeres. Dice que en Suiza como hay gente de todos lados eso es común, y que como las suizas son más frías, él la mayoría de las veces estuvo con portuguesas o francesas. Sobre la histeria dice que él todavía no entiende muy bien a las chicas de acá, porque en otros lados parece que no pasa nada pero pasa y aquí parece que pasa todo el tiempo y al final no.

James, el traductor, es norteamericano y tiene de novia a una danesa. Vivieron 5 años en Dinamarca pero él no aguantaba más. Con todas las anécdotas que cuenta y las descripciones que hace parece decir: “Es todo tan perfecto y la gente es tan fría”. Le gusta Argentina y se quiere quedar un tiempo, pero la novia se quiere volver a Dinamarca porque por todas las cosas que dice y como gesticula parece expresar: “Se siente muy mirada por ser tan rubia”.

Salvador dice que en los boliches de Bolivia, las chicas se te acercan a hablar. Al revés que acá. Las mujeres desbordadas por el interés sobre los extranjeros, los encaran. Dice que al principio es muy extraño porque algunas son muy bonitas, pero que luego resulta más normal, y que las relaciones terminan siendo más “charladas” y amistosas ya que “no te podés llevar a todas a la cama”.

Andreas vio películas argentinas que yo no vi, y se maneja por San Telmo como si hubiese nacido allí. James conoce las cataratas y yo nunca estuve en Misiones. Los dos hablan excelente castellano. Igualmente hay una distancia cuando hablo con alguno de ellos que no podemos acortar, ambas partes sospechan todo el tiempo que el otro está queriendo decir algo que no es exactamente lo que se entiende, y frente a eso hay gestos diminutos pero permanentes de resignación.

La noche nos cambia de bar y hace que vayamos quedando pocos en el grupo. En una mesa del que estamos ahora, empiezan a tocar zambas, chacareras y al cabo de un rato pasan la gorra. La mujer que cumple la tarea no elige todas las mesas para pasar, elige las de los turistas. Cuando se acerca a nuestra mesa, me pregunta a mi de dónde somos. Sé exactamente que significa “madrugada”, y es justo esa hora, la misma que en esa mesa me encuentra desprevenido y balbuceando algo que no se entiende si es español. “Todos extranjeros”, dice ella, “me imaginé que él”, dice señalando a James, “era de acá”.

1 comentario:

eli_xi_df@hotmail.com dijo...

jaja muy bueno, especialmente el final :)