miércoles, 26 de noviembre de 2008

El vicio de las series: Los Sopranos (primera parte)





Es común en el uso de las tecnologías actuales apropiarse de algunas series norteamericanas clásicas o prontas serlo, de una manera abundante, glotona, rozando el abuso casi como si fuesen una droga sin la cual los síntomas de abstinencia comenzarían a hacernos delirar. Se bajan, se graban, se copian los dvd’s, se prestan bajo recomendaciones, todas situaciones de circulación bastante clandestinas y parecidas a las prácticas de consumo asociadas habitualmente con las drogas.

Es que esto sucede porque nos enfrentamos a cinco, seis, diez, temporadas seguidas de la misma serie, que, de engancharnos, nos sumergen en un universo continuo, agotador y magnífico a la vez en el que los personajes crecen –y no es una metáfora: pasan de ser niños a jóvenes, adultos a mayores, etc.– pierden el pelo, engordan o adelgazan, la serie cambia los guionistas van imprimiendo giros abruptos en la trama. Esa condensación de 6 años en nuestras manos, a nuestra disposición, para ser dividida en nuestro tiempo libre, es una responsabilidad que nadie esperaba, y así antes de renunciar a dejar de ver los capítulos, preferimos que se nos caigan los ojos, babearnos, que las moscas nos circunden como si estuviésemos a punto de la descomposición.

Hay algunas de esas series, con las que no entablamos un vicio adictivo por las circunstancias singularmente perversas en las que la práctica nos deja colocados, sino por ciertas características únicas que las separan de todo lo visto anteriormente: su originalidad. Los Sopranos es una de ellas.

Mucho se ha hablado sobre esta serie, pero poco seguramente de verla de esta manera, como si fuese un gran sándwich, que comenzamos a comer hoy, y guardándolo en la heladera lo terminamos en un mes, probando un bocado todos los días.

Nunca la había visto en cable y cuando me hablaban de una serie sobre la mafia, me imaginaba como se resuelven los conflictos en el verosímil que suelen llevar adelante estas realizaciones, así que prefería declinar las invitaciones. En un momento pude decir ¡NO!, hasta que probé, y ahí me di cuenta que había algo nuevo en esta serie. El género estaba desarticulado por algo que ya habíamos visto rozarlo antes en el cine, pero en clave de comedia: el psicoanálisis. En Analyze this (1999) o Analyze that (2002), Ben Sobel (Billy Cristal), es el terapeuta del mafioso neoyorquino Paul Vitti (Robert De Niro) que concurre a terapia por ataques de pánico; por la misma razón recurre Tony Soprano (James Galdonfini) a la Dra. Melfi en The Sopranos (1999-2007). Ambas se estrenaron el mismo año, pero la serie de TV apareció en enero, mientras que la película lo hizo en marzo.


Los patos


En el primer capítulo de la serie, Tony alimenta unos patos en su pileta. Los patos viven en su patio arbolado, en las afuera de New Yersey. Cuando éstos, por motivos estacionales, toman vuelo y se van del lugar que los cobijaba, él sufre un nuevo ataque. Los patos será un tema recurrente de análisis, Tony no puede hablar de las cosas que siente respecto del vuelo de los patos, y esa imposibilidad –de hacerlo discurso–, deriva en los ataques de pánico que lo dejan desmayado en cualquier lado. En su terapia, los patos, se asociarán con: el "vuelo" de sus hijos, tiene dos (una mujer: Meadow, a punto de comenzar la universidad, y un varón: A.J. dos años más chico) y un pre síndrome del “nido vacío”, pero esto no demuestra consistencia (Tony está preocupado por sus hijos, pero hay algo más); con la relación conflictiva con su madre (Livia Soprano); con querer ser parte de algo inocente y “puro” fuera de ese mundo violento en el que vive; y con la muerte.

En análisis pasará por todos estos temas, mostrando como a través de un hecho, el desplazamiento opera en el inconciente, haciendo que se problematicen otras cuestiones en el sujeto. A través del tratamiento de su síntoma, los ataques de pánico, que requieren de una terapia constante que desafía permanentemente sus convicciones arcaicas e hipócritas sobre la virilidad, la paternidad, la amistad y la solidaridad, este mafioso tensará ciertas imposiciones sociales que también lo dejarán en conflicto con su propia forma de ganarse la vida, que evidentemente requiere de un afinado mecanismo de barrida bajo la alfombra para que todo funcione. Los patos son eso: la posibilidad de otra vida, el sentirse atado a una tradición familiar que no quiere delegar en su hijo varón, el tener que dictar códigos a respetar al interior de su organización y juzgar a sus miembros respecto de valores un tanto desactualizados.


La nueva escuela

Los Sopranos se trata entonces de como un mafioso en su mediana edad y llegando al puesto de mando, hace crisis cuando algunos de los valores de la trama simbólica de su organización se encuentran demasiado atemporales. Una organización que se basa en no respetar la ley, debe hacer respetar alguna: una que ella misma se dicte. Esta ley, y más que nunca en esta época parece señalar la serie, está atada a los deseos de cada uno, y eso supone traiciones, mentiras, violencia y casi siempre la muerte de alguno de sus integrantes.

El psicoanálisis lleva a Tony a intentar manejar otras formas de control y dominio de la situación que no pasen por el exterminio físico, a ser un perverso más perfecto, más creativo y esto será lo que definitivamente, cuando recién sobre el final (debido a la necesidad dramática) la Dra. Melfi lo acepte, haga que la relación de transferencia lograda se rompa.

Es tal vez uno de los conflictos centrales y donde Los Sopranos es realmente diferente. La relación de transferencia es un eje. A su vez Melfi se psicoanaliza (su psicoanalista es el director

de cine Peter Bogdanovich: Last picture show, por ejemplo) y pone en conflicto su profesión, quedando al borde de pasar a formar parte de la lógica transgresora de lo mafioso. En un capítulo ella es violada, pero la policía, el estado no aplica la ley, no puede hacer nada debido a un problema de procedimientos, siendo que el agresor está bien identificado. En el final de ese capítulo, Melfi parada ante Tony, tiembla por pedir auxilio, sus labios parecen querer revelar la verdad que ha ocultado (Tony cree que sus lesiones se deben a un accidente de auto), largarlo todo, hasta que al final lo saluda como en cualquier otro final de sesión: renuncia a la posibilidad de la venganza, al afuera de lo social, aunque lo desea con toda su fuerza.

Como siempre que el psicoanálisis se hace presente en la cultura mediática norteamericana, incurre en un defecto que podríamos decir ya se trata de “la escuela”. Ellos creen en la genética, con una convicción religiosa: justamente, no pueden concebir una disciplina por fuera de lo explicable en términos estrictamente científico-empíricos. La genética es de alguna manera, rara y paradójica –que no hace más ruido en esta serie que en la teoría analítica norteamericana–, una causa y una no causa, de los ataques de pánico de Tony. Esto es: se descubre que Tony tiene antecedentes en su padre, y su abuelo, que también tuvieron ataques de pánico y a su vez, su hijo A. J., también comienza a sufrirlos. Obviamente, ¿cómo explicar a la vez, por la genética, y a través de una dinámica del yo que aprende y se apropia del mundo –de la que se ocupa el psicoanálisis–, el mismo síntoma?, es inverosímil tanto en esta serie como en el resto de la teoría psicoanalítica mediático-hollywoodense.


Los sueños


Si en Ally McBeal o Scrubs encontrábamos la ensoñación como relato, en Los Sopranos, nos exponemos a lo puramente onírico. Ally (de Ally Mc Beal) o J.D. (de Scrubs) por ejemplo, imaginaban ciertas situaciones en donde se reivindicaban o cumplían sus deseos, y en la trama de una comedia rendían sus frutos, eran relatos divertidos e imaginativos por los cuales se revelaba la psicología del personaje. En Los Sopranos, directamente hay un relato del sueño y esto debe ser la primera vez que se ve en una serie televisiva. Hay dos capítulos en donde la mitad de los mismos están compuestos de sueños de Tony.

Por medio del sueño, Tony, se da cuenta, o acepta, que uno de sus amigos lo traiciona pasando información al FBI. A través del sueño, reconoce su deseo por la Dra. Melfi, relacionado –según se enterará– con las particularidades de la transferencia clínica. Es en el sueño en donde, luego de una experiencia trágica, manifiesta estar perdido, sin poder escapar ni decidir sobre su vida, con una identidad incierta y desdibujada.

Las marcaciones de lo onírico son difusas, con lo que el relato gana en fuerza dramática y poética a la vez. El sueño no es en blanco y negro, ni blureado, ni con guirnaldas alrededor, y con esto Los Sopranos, le “habla” a un tipo de espectador alfabetizado en el consumo de producciones audiovisuales, y sobre todo cercano al cine. Las diferentes inscripciones de citas cinéfilas, sobre todo a los films de gángsteres, apuntan a eso también.

En la temporada final, hay un capítulo brillante que nos deja atónitos. Toda la relación analítica ha girado en torno a suposiciones, debido a que las actividades de Tony son ilegales, hay información que no puede darle abiertamente a Melfi. Después de tantos capítulos uno se acostumbra a esta especie de pacto que a veces establece la terapia en términos un tanto confusos, pero cuando en ese momento Tony confiesa con detalle hechos a nadie revelados y solamente compartidos con lo que sabe el espectador, el nivel de empatía y complicidad se lanza por los aires en escalas que nos obligan a aullar, aunque pronto nos damos cuenta que es un sueño.


La familia



Family guy, fue uno de los títulos que se manejó en un principio para la serie. Esto es porque Tony representa, más allá de su ocupación, el punto límite de la resistencia del modelo de familia que gira en torno al padre como proveedor y regente. Tony funciona, por características culturales, como prototipo del más acentuado y rancio machismo, como un grotesco del padre de familia que intenta conservar para sí ciertos privilegios y regirse por una ley diferente de la que usa para juzgar al resto del grupo.

La serie muestra como la independencia de la mujer ha llegado a la mafia: Carmela Soprano, se atreve a intentar separarse debido a uno de los engaños de Tony. Aunque no es explícito, la misma liberación del género la deja expuesta a un miedo que hasta ese momento no había manejado: que Tony la dañe, o directamente la mate. Su interés por saber qué pasó con la mujer de uno de los mafiosos es significativo al respecto. La posible disolución de los vínculos la hace temer de Tony, solamente sus hijos están resguardados de la violencia y la revancha del capo. Al igual que en la organización mafiosa, no hay un afuera de la familia. Tony se lo hará saber mediante el control y la obstaculización del proceso de divorcio.

La homosexualidad

Es interesante cómo el comienzo de los conflictos que configurarán la trama final de la serie se generan a través del planteamiento de este problema. Uno de los miembros de la organización es descubierto y acusado. Tony, al intentar mediar por él, para lograr una salida “no tradicional” a esta situación, se mete en problemas que tendrá que afrontar hasta el final de la serie.

Tener que asumir el papel de llevar adelante las sanciones disciplinarias, las desobediencias y las situaciones que lo obligan a ejercer el rol, son las que lo hacen caer desmayado de una ira, que al no conducirse a través del discurso, al único lugar que lo lleva es al suelo. Su ejercicio terapéutico lo ha llevado a la tolerancia. Esa encrucijada que le planteaban una realidad avasallante y los viejos valores, que su psiquis resolvía en un síntoma que le apagaba el sistema, es suavizado con una intención de incorporar las diferencias. Pero la rigidez del modelo de la organización mafiosa es mucho menos contemplativa que su necesidad de integrar ambos mundos. ¿Por qué camino optará?

4 comentarios:

María Fernanda dijo...

gracias por contarme toda la serie q no ví, yo q pensaba q era una familia d castratti..

Irupe dijo...

Manuel:
las críticas sobre las diferenes series son tan brillante como tus poemas, cuentos y novelas.
seguí con esas ganas!
Un abrazo fuerte

Fred dijo...

Yo se que es eso de “probar un bocado todos los días”. No se que es peor, ver un serie completo, un episodio atras otro todos los días, o verlos cuando salen por television. Cuando yo empeze a ver “Curb Your Enthusiasm” (la primera temporada) el programa ya estaban en la quinta temporada. Yo estaba viendo dos o tres capitulos por dia. Senti que estaba perdiciando el tiempo. Pero la gente que los vio por television cuando los capitulos salieron eran peores. No solo vieron los capitulos en el momento que salieron, pero mucha de su interaccion con otras personas involucraba conversaciones sobre los capitulos. Y no podian salir los domingos en la tarde: por Los Sopranos. Llegaban al trabajo el lunes y hablaron de Carmela, Tony y Livia como si fueron sus amigos.
Buena Analisis.

Daniel dijo...

No estoy seguro que la moral de Tony sea desactualizada, esa moral es "rancia" para el autor del post. Convivimos con multiples morales y no hace falta pensar en Iran, dentro de nuestra misma sociedad.
Tampoco creo que la transferencia entre Melfi y Tony se corten por la entrada de la teoria analitica en escena. Tanto Melfi como Tony son personajes incomodos con su "habitus" en terminos de Bordieu, y como son dos personajes muy inteligentes, son capaces de entrar en crisis con el mismo, de dar lugar al discurso que cuestiona su habitus. Pero finalmente los Soprano es freudiana en tanto se encarna en Totem y tabu, mas que en el dispositivo analitico. Tony es el jefe de la orda, el macho fuerte, el ordenador cuando no existe el tercero excluido, cuando la ley no estatal, sino (por lo menos en este caso) de orden filial o etnica.
Los patos pueden escapar ? o vuelven porque termino la estacion ?
Tony podra escapar?
Melfi no pudo acaba presa de la moral de su entorno.